No se entiende la actitud de estos serviles, pues el Amo los despreciará sin remordimientos una vez ya no le sean útiles. Quizás sea por su necesidad de servir a algo, de sentirse parte de algo, de poder lucir solemnes, pues el común de los mortales los desprecia por su escasa inteligencia, su obscena intransigencia, su mezquindad y su nula empatía.
Estos serviles son grandes patriotas y
orgullosos están de que luzca bien la bandera. Pero no saben que esta sostenida
por una ciudadanía hambrienta de pan y de justicia. Se pasean altivos por
plazas extranjeras, seguros de que éstas les vitorearán recordando la gallardía
de un Pizarro y de un Cortes, de un Juan de Austria, y desconocen que sus
tropas apenas reciben la soldada
Alucinados están los serviles por su propias
prédicas y defensa de “la familia” e ignoran a los trabajadores que se desloman
de sol a sol por un salario de hambre y que solo ven a su familia en sueños.
Hablan muy alto los serviles de las “buenas costumbres” de la “honradez y del
esfuerzo” y de éllos están llenos los burdeles y las oficinas de inspección de
tributos de Hacienda.
Andan indignados estos serviles porque Don
Arturo dejo de ser amigo de inciensos y de curas y se pasea ahora del brazo del
Sr. Fernando por el Retiro y lo han tenido que expulsar de la tertulia, que no
ha vuelto a ser la misma ahora que el Café es servido y atendido por un chino.
Alucinados están por el lío y la algarabía,
“ya no quedan gentes de bien” se dicen. Toñito luce morada media cara, después
del sopapo que le soltara su mujer cuando Toñito llego a casa, con un carajillo de mas,
exigiendo a grandes y violentos gritos la cena ;“ya no hay orden”
“Caines viles” los llamó el
poeta, sin embargo yo les deseo lo mejor, que el Amo les deje algún día hablar
de pie ante Su presencia, que acaricie el lomo de Sus lebreles, pues también se
comportaron con Él. Y que se vayan al infierno, del cuál son llamas que abrasan
a todos.