jueves, 21 de mayo de 2015

Una mañana en la DGT (Tráfico)





 Buscas aparcamiento, maldiciendo todo lo existente, acabarás alimentando con monedas un totem de la ORA.  Estacionado tu vehiculo te acercarás hasta la DGT, obtendrás un ticket con tu número –espero que hayas pedido cita previa- y te pondrás a esperar, eres ahora rehén de una pantalla donde extraños algoritmos vestidos de luminoso rojo van apareciendo. Estas nervioso, revisas tu carpeta de documentos, jurarías que te falta alguno y de seguro te harán volver de nuevo con él, piensas.

 Cuando epifane tu número algoritmo irás, obediente, a la ventanilla indicada donde una funcionaria o funcionario irá pidiéndote, con voz monocorde, papeles y fotocopias de los mismos y los examinará con rostro hierático mientras tú rezas por dentro en espera del sello, verdadera bula de indulgencia plenaria.

 Y cuando la tinta del sello ya copule con tus papeles abandonarás esa ventanilla, que no es ventanilla sino puerta kafkiana de la Ley, sonrisa triunfante. Atraviesas la sala de espera y en tu feliz imaginación es como si esa multitud que espera te hiciera el pasillo, vas contento, acariciando un suave papel verde claro con los nombres en él ya correctos.

 Mientras tu hacías esto, alguien, en algún lugar, estará descubriendo la vacuna contra el cáncer, abriendo escuelas o no presentándose a presidente, si, pero tu tienes tu victoria personal, cómo cuando esta mañana no te cortaste afeitándote o no confundiste el azúcar con la sal a la hora de echarlo al café.

viernes, 30 de enero de 2015

Una mañana de invierno



Desayunas, te afeitas y te duchas con prisas por la ilusión de haberle arañado unos minutos al sueño y regalado unos minutos a tu cama. Sales a la calle, el frío te golpea y hace que te duela la cabeza, el sol se despereza encima tuyo, el aire alborota ropas y cabello.

 Caminas, parece que la ciudad se activa a tu paso, sumiéndote en un onírico plano secuencia de una película de Scorsese. Intentas abstraerte de la gélida mañana e incluso de tus pasos contándote algún cuento a ti mismo, siempre te gusto el oficio de cuentacuentos que no ejerces, te animas pensando que hoy es viernes y, por tanto, encontrarás el puesto de churros abierto, adoras esa masa frita de harina grasosa.

 Sigue la mañana y tú sigues con ella.